Una divertida novela romántica que te hará sonreír, suspirar y
enamorarte de sus protagonistas. Tony Ferrasa es un guapo, adinerado y
exitoso compositor de música puertorriqueño. No hay mujer que se le
resista y que olvide con facilidad su mirada verde y leonina. Ruth es
una joven que con apenas veinte años tuvo que h acerse cargo de su
hermana recién nacida y de un hermano delincuente. Cuando parece que por
fin consigue encauzar su vida, se queda embarazada y su pareja acaba
abandonándola. Para sacar adelante a su familia acepta cualquier trabajo
digno que se le presente, por lo que Tony y Ruth acaban conociéndose en
una fiesta en la que ella sirve como camarera. A partir de entonces,
como el destino es tan caprichoso, se encuentran en diversas ocasiones, y
a pesar del interés que él le demuestra, ella se mantiene fría e
indiferente. Poco a poco ambos se van enganchando a una no-relación que
acaba por desvelarles que lo que sienten el uno por el otro es mucho más
intenso de lo que están dispuestos a admitir. Intentan alejarse, pero
cuanto más empeño ponen en ello, menos lo consiguen y más fuerte se hace
la atracción. Sígueme la corriente es una divertida y sexy comedia
romántica que hará que te enamores incluso del aire que respiran sus
protagonistas.
Esta también es una lectura que
escogí para el RetoLector2015BLBC y que ha resultado ser una sorpresa, aunque no precisamente grata.
Es tal cual, la historia de Cenicienta y el príncipe. Ruth ha tenido una
madre-madrasta que abandonó a su familia y un padre amoroso del que guarda el
mejor de los recuerdos. No tiene hermanastras, pero huye de una expareja que la
explotó y utilizó de la peor manera. No trabaja como criada, sino como
camarera; pluriempleada hasta la extenuación, porque cuida y mantiene a su
hermana pequeña gravemente enferma y a dos gemelos fruto de esa nefasta
relación, pero aun así le cuesta llegar a fin de mes. No tiene hada madrina, ni
calabaza ni ratones, pero cuando deba ir al baile sus amigos –un matrimonio
gay- harán magia para cuidar de sus niños y que ella pueda calzarse los zapatos
de cristal…. Tony es rico y triunfador, lo que de por sí basta para hacerle
atractivo a los ojos de las mujeres que se encuentra. Ruth no le dejará un
zapato de cristal, sino que directamente le dará un puntapié. Enfrentado por
primera vez a una mujer que le muestra su indiferencia, el príncipe no
necesitará de otro acicate para perseguir a Cenicienta.
El planteamiento en principio resulta interesante pero como la trama
discurre por el camino más previsible, el entusiasmo de esta lectora fue
perdiendo fuelle poco a poco. Ningún pero puede ponerse a Tony que resulta el
galán Mary Poppins (prácticamente perfecto en todo): atento, amante apasionado
e incluso completamente respetuoso con los tiempos y condiciones que Ruth le
impone. Pronto queda claro que el único obstáculo en su relación es el prurito
de Ruth a que un hombre la mantenga, aunque curiosamente cuando ese obstáculo
desaparezca, ella misma será la primera que se lance a disfrutar sin el menor
remordimiento de fiestas, vestidos y joyas.
A esto hay que añadir que la autora carga en exceso las tintas en su
caracterización de la protagonista, presentándola en ciertas ocasiones más como
el tópico de la pobre huerfanita de culebrón que sufre golpe tras golpe del
cruel destino que como la mujer moderna que es, valiente y con arrestos
suficientes para ponerse el mundo por montera y sacar adelante su familia. Por
eso a medida que avanza la trama, me resulta poco coherente que esa mujer, que
entonces ya cuenta con el apoyo de Tony, se amilane ante la posible reaparición
de su ex, un cobarde matón de la peor especie, una trama que alarga
artificialmente el libro, porque la historia de amor hace tiempo que está asentada (por no decir
estancada).
Maxwell intenta introducir la música como un elemento
destacado en la historia, como es lógico con un protagonista compositor. Y digo
intenta, porque todavía no le encuentro mucho sentido a la utilización de este
recurso. Por una parte, los capítulos llevan el título de canciones famosas, lo
que tendría algún sentido si la trama que se desarrolla en el mismo tuviese
alguna relación con –por ejemplo- la letra de las mismas. Por otra, las menciones a canciones a lo largo
de la historia son algunas veces tan numerosas que llegué a pensar que se
trataba de una novela patrocinada por alguna discográfica. Este exceso
entorpece la lectura, y quizás tendría una razón de ser si las canciones a las que se alude fuesen relevantes en el
desarrollo de la trama, lo que en la mayoría de las ocasiones no es el caso,
siendo éstas únicamente un detalle tan accesorio que podrían intercambiarse por
cualesquiera otras.
Por las páginas de “Sígueme la corriente” desfilan
norteamericanos, españoles, portorriqueños, etc, un gran punto a favor de una
novela ambientada en California y Florida…Si no fuese porque todos los
personajes hablan de la misma forma, en concreto como si hubiesen nacido y
pasado toda su vida en Albacete, pongo por caso. Personalmente creo que le
resta credibilidad a la ambientación, a la trama y a los personajes. Al final
he terminado imaginándome a Tony Ferrasa más como a un Alejandro Sanz mesetario
que como un boricúa de pura cepa.
Pero el mayor demérito
de esta novela es a mi juicio la utilización del lenguaje que hace la autora.
Me refiero en concreto a unos diálogos muchas veces banales que poco aportan a
la trama y que parecen estar ahí únicamente para rellenar páginas y páginas. Y
también (y esto me parece mucho más grave) a la reiteración de la misma
expresión para reflejar un hecho -#stopEstocadas- repeticiones que se producen
en ocasiones con sólo catorce frases de separación. Como presupongo que Megan
Maxwell no carece de creatividad verbal, ni de un diccionario de sinónimos y
revisa sus manuscritos antes de enviarlos a una editorial que,-como respeta a
sus clientes del mismo modo que la autora a sus lectores- vuelve a revisarlos
antes de enviarlos a la imprenta, me gustaría que alguien pudiese desentrañar
el misterio de lo ocurrido. Y es que, señores, a partir de la segunda escena
erótica esta lectora lo único que buscaba página tras página era… la estocada.
Valoración: Una rosa.