jueves, 2 de julio de 2015

Sígueme la corriente- Megan Maxwell


Una divertida novela romántica que te hará sonreír, suspirar y enamorarte de sus protagonistas. Tony Ferrasa es un guapo, adinerado y exitoso compositor de música puertorriqueño. No hay mujer que se le resista y que olvide con facilidad su mirada verde y leonina. Ruth es una joven que con apenas veinte años tuvo que h acerse cargo de su hermana recién nacida y de un hermano delincuente. Cuando parece que por fin consigue encauzar su vida, se queda embarazada y su pareja acaba abandonándola. Para sacar adelante a su familia acepta cualquier trabajo digno que se le presente, por lo que Tony y Ruth acaban conociéndose en una fiesta en la que ella sirve como camarera. A partir de entonces, como el destino es tan caprichoso, se encuentran en diversas ocasiones, y a pesar del interés que él le demuestra, ella se mantiene fría e indiferente. Poco a poco ambos se van enganchando a una no-relación que acaba por desvelarles que lo que sienten el uno por el otro es mucho más intenso de lo que están dispuestos a admitir. Intentan alejarse, pero cuanto más empeño ponen en ello, menos lo consiguen y más fuerte se hace la atracción. Sígueme la corriente es una divertida y sexy comedia romántica que hará que te enamores incluso del aire que respiran sus protagonistas.
 
Esta también es una lectura que escogí para el RetoLector2015BLBC y que ha resultado ser una sorpresa, aunque no precisamente grata.
Es tal cual, la historia de Cenicienta y el príncipe. Ruth ha tenido una madre-madrasta que abandonó a su familia y un padre amoroso del que guarda el mejor de los recuerdos. No tiene hermanastras, pero huye de una expareja que la explotó y utilizó de la peor manera. No trabaja como criada, sino como camarera; pluriempleada hasta la extenuación, porque cuida y mantiene a su hermana pequeña gravemente enferma y a dos gemelos fruto de esa nefasta relación, pero aun así le cuesta llegar a fin de mes. No tiene hada madrina, ni calabaza ni ratones, pero cuando deba ir al baile sus amigos –un matrimonio gay- harán magia para cuidar de sus niños y que ella pueda calzarse los zapatos de cristal…. Tony es rico y triunfador, lo que de por sí basta para hacerle atractivo a los ojos de las mujeres que se encuentra. Ruth no le dejará un zapato de cristal, sino que directamente le dará un puntapié. Enfrentado por primera vez a una mujer que le muestra su indiferencia, el príncipe no necesitará de otro acicate para perseguir a Cenicienta.
El planteamiento en principio resulta interesante pero como la trama discurre por el camino más previsible, el entusiasmo de esta lectora fue perdiendo fuelle poco a poco. Ningún pero puede ponerse a Tony que resulta el galán Mary Poppins (prácticamente perfecto en todo): atento, amante apasionado e incluso completamente respetuoso con los tiempos y condiciones que Ruth le impone. Pronto queda claro que el único obstáculo en su relación es el prurito de Ruth a que un hombre la mantenga, aunque curiosamente cuando ese obstáculo desaparezca, ella misma será la primera que se lance a disfrutar sin el menor remordimiento de fiestas, vestidos y joyas.  A esto hay que añadir que la autora carga en exceso las tintas en su caracterización de la protagonista, presentándola en ciertas ocasiones más como el tópico de la pobre huerfanita de culebrón que sufre golpe tras golpe del cruel destino que como la mujer moderna que es, valiente y con arrestos suficientes para ponerse el mundo por montera y sacar adelante su familia. Por eso a medida que avanza la trama, me resulta poco coherente que esa mujer, que entonces ya cuenta con el apoyo de Tony, se amilane ante la posible reaparición de su ex, un cobarde matón de la peor especie, una trama que alarga artificialmente el libro, porque la historia de amor  hace tiempo que está asentada (por no decir estancada).   
Maxwell intenta introducir la música como un elemento destacado en la historia, como es lógico con un protagonista compositor. Y digo intenta, porque todavía no le encuentro mucho sentido a la utilización de este recurso. Por una parte, los capítulos llevan el título de canciones famosas, lo que tendría algún sentido si la trama que se desarrolla en el mismo tuviese alguna relación con –por ejemplo- la letra de las mismas.  Por otra, las menciones a canciones a lo largo de la historia son algunas veces tan numerosas que llegué a pensar que se trataba de una novela patrocinada por alguna discográfica. Este exceso entorpece la lectura, y quizás tendría una razón de ser si las canciones  a las que se alude fuesen relevantes en el desarrollo de la trama, lo que en la mayoría de las ocasiones no es el caso, siendo éstas únicamente un detalle tan accesorio que podrían intercambiarse por cualesquiera otras.
Por las páginas de “Sígueme la corriente” desfilan norteamericanos, españoles, portorriqueños, etc, un gran punto a favor de una novela ambientada en California y Florida…Si no fuese porque todos los personajes hablan de la misma forma, en concreto como si hubiesen nacido y pasado toda su vida en Albacete, pongo por caso. Personalmente creo que le resta credibilidad a la ambientación, a la trama y a los personajes. Al final he terminado imaginándome a Tony Ferrasa más como a un Alejandro Sanz mesetario que como un boricúa de pura cepa.
Pero el mayor demérito de esta novela es a mi juicio la utilización del lenguaje que hace la autora. Me refiero en concreto a unos diálogos muchas veces banales que poco aportan a la trama y que parecen estar ahí únicamente para rellenar páginas y páginas. Y también (y esto me parece mucho más grave) a la reiteración de la misma expresión para reflejar un hecho -#stopEstocadas- repeticiones que se producen en ocasiones con sólo catorce frases de separación. Como presupongo que Megan Maxwell no carece de creatividad verbal, ni de un diccionario de sinónimos y revisa sus manuscritos antes de enviarlos a una editorial que,-como respeta a sus clientes del mismo modo que la autora a sus lectores- vuelve a revisarlos antes de enviarlos a la imprenta, me gustaría que alguien pudiese desentrañar el misterio de lo ocurrido. Y es que, señores, a partir de la segunda escena erótica esta lectora lo único que buscaba página tras página era… la estocada. 
Valoración: Una rosa.