jueves, 17 de marzo de 2016

El halcón y la flor- Virginia Henley


La irresistible belleza de Jasmine era capaz de hacer enmudecer de deseo a un hombre. Pero la joven había jurado que ninguno gobernaría jamás su corazón… hasta que vio el rostro del mismo demonio en su bola de cristal: un caballero oscuro y siniestramente apuesto estaba dispuesto a matar para hacerla suya. Este hombre, llamado Falcon de Burgh, poseído por una pasión ciega y temeraria, se había propuesto conquistar el fogoso corazón de la joven, a riesgo de su vida.
Aunque reeditada en 2010, esta es una novela de finales de los ochenta, con todo lo que ello implica, para bien y para mal. Para mí siempre es un gusto volver a las historias con las que me inicié en el género romántico. Tengo también –por qué no confesarlo- cierta curiosidad  por ver cómo el paso del tiempo ha tratado a estas historias. Pues bien, creo que los veintiocho años que cumple “el halcón y la flor” es una edad muy bien llevada.
Henley es una de las reinas del subgénero histórico y eso se nota en cada página. Y sólo las reinas pueden presumir de tener un estilo propio, a saber:

  • Ambientación histórica bastante cuidada (aunque yo he encontrado gazapos a porrillo)
  • Entorno de intrigas políticas/palaciegas que sirven para poner a prueba la relación entre los protagonistas.
  • Tensión sexual alta. No en vano la llaman “la reina del vapor”. En una sola novela de Henley hay tanto meneo como en toda la trilogía “sombría”. Lo he comprobado contando páginas. (Sí, soy muy friki)

La autora dosifica sabiamente todos estos elementos para atrapar a la lectora con una sucesión de aventuras y giros en la trama que sirven para  hacer crecer la relación entre la pareja protagonista. Pero es en ellos donde – a mí parecer- se encuentra la parte más floja de la novela. Henley nos presenta desde el principio a Falcon y Jasmine con unos rasgos muy definidos y con unas motivaciones claras: Falcon siente una fuerte atracción física por ella desde la primera vez que se encuentran, mientras que Jasmine ha crecido en la firme creencia de que su constitución física no soportaría la maternidad (y por lo tanto tampoco el matrimonio).  Es a partir de este planteamiento cuando Henley deja a ambos de la mano, con lo que me ha costado entender por qué Falcon y Jasmine  actúan como actúan. Falcon, que parece que sólo quiere “conseguir” a Jasmine, no tiene por qué casarse con ella: el epítome de un poderoso guerrero calientaenaguas  como él podría raptarla o, si es bastante inteligente (y Falcon desde luego lo es), seducirla. También me ha parecido contradictorio el comportamiento de Jasmine, que permite en repetidas ocasiones a Falcon recrearse en los preliminares, pero se niega en redondo a rematar la jugada. O que mientras se presta a la consumación como un cordero va al matadero,  en cuanto descubre el placer físico, se lanza de cabeza a él, como si el creyese que el orgasmo es un método anticonceptivo. Es casi llegado el último tercio de la obra cuando me he vuelto a reconciliar con ambos y con su historia.
No obstante, “El halcón y la flor” tiene innumerables encantos a lo largo de sus páginas y ello hace que esta novela vaya a ocupar un lugar definitivo en mi biblioteca. 

Valoración: Cuatro rosas.