Con
veinte años, una cree en princesas y en amores para toda la vida. Y eso es lo
que le pasó a Nora cuando se enamoró de Giorgio y se casó con él; hasta que a
los cuarenta ese supuesto amor, al que ella había cuidado y ayudado a ascender
en su carrera, se encapricha de una mujer más joven y comienza una nueva
relación. De pronto, Nora se ve a sí misma sola, vieja, gorda, con hijos y sin
trabajo, y sólo puede pensar en que su mundo se ha derrumbado. Pero gracias a
la insistencia de su mejor amiga, Nora abre los ojos y se da cuenta de que, a pesar
de que Giorgio la ha dejado, todo puede ser diferente.
El
destino, ese gran caprichoso que a veces nos amarga o nos endulza la vida, le
depara a Nora muchas sorpresas, amores e ilusiones que nunca imaginó.
Como ya me ha ocurrido con otras obras de la
autora, esta novela está muy lejos de entusiasmarme.
La primera dificultad que he encontrado es que
se me ha hecho muy difícil conectar con los personajes. Me han parecido muy
planos, sin matices y muy tópicos. Esto es algo que me ha pasado especialmente
con el protagonista masculino. Desgraciadamente, Nora, la protagonista, tampoco me ha enganchado.
El segundo obstáculo que he encontrado ha sido
la peculiar forma de escribir de la autora. Me ha llamado la atención el uso de
las mismas palabras o expresiones una y otra vez, a veces separadas por unas
pocas líneas, lo que me ha parecido un signo de dejadez y descuido. Algo que es
disculpable en una escritora novata, pero no en quien cuanto escribió esta
novela (en 2011), ya llevaba tras de sí unos cuantos libros publicados. Los
diálogos en su mayoría son insustanciales, no aportan nada a la trama y no
perfilan mejor los personajes. Además, pecan de exceso de frases hechas, muchas
veces metidas con calzador. Del “por qué” del título, traidísimo por los pelos dentro del texto de la novela,
prefiero no decir nada.
En tercer lugar, se me ha hecho larguísima la
lectura. Megan Maxwell nos cuenta todo lo que hacen los personajes. Y cuando
digo todo, digo todo. A partir de la mitad de la novela he tenido la sensación
de estar atrapada en un peculiar día de la marmota. La trama no avanzaba, sino
que se repetía una y otra vez, volviendo a comenzar en el mismo punto. Y
mientras tanto se sucedían páginas y páginas en las que Maxwell nos cuenta que
sus personajes van y vienen, para volver a irse de nuevo, sin que pase nada en
su relación. Algo así como girar en una noria. La autora parece necesitar ocho
o nueve páginas para contar lo que cabría en un párrafo, o incluso, en algunas
frases. Además, aparecen muchísimos personajes secundarios, muchas veces citados
de pasada o que aparecen en muy pocas escenas, que enriquecen poco o nada la
novela y que aumentan todavía más la confusión.
¿Y el amor? Pues llegada a la mitad de la
novela, de amor poco. Porque las escenas de sexo –que tampoco son nada del otro
mundo- para mí no cuentan como amor. Y a medida que la historia avanzaba, la pasión y la ternura
y sus protagonistas me han dejado fría.
Esta historia llegó a mis manos por un
descarte en una biblioteca y pasará sin
pena ni gloria a otras que, espero, le saquen más jugo que yo.
Valoración: Una rosa.