La irresistible belleza
de Jasmine era capaz de hacer enmudecer de deseo a un hombre. Pero la
joven había jurado que ninguno gobernaría jamás su corazón… hasta que
vio el rostro del mismo demonio en su bola de cristal: un caballero
oscuro y siniestramente apuesto estaba dispuesto a matar para hacerla
suya. Este hombre, llamado Falcon de Burgh, poseído por una pasión ciega
y temeraria, se había propuesto conquistar el fogoso corazón de la
joven, a riesgo de su vida.
Aunque reeditada en 2010, esta es una novela
de finales de los ochenta, con todo lo que ello implica, para bien y para mal. Para
mí siempre es un gusto volver a las historias con las que me inicié en el
género romántico. Tengo también –por qué no confesarlo- cierta curiosidad por ver cómo el paso del tiempo ha tratado a
estas historias. Pues bien, creo que los veintiocho años que cumple “el halcón
y la flor” es una edad muy bien llevada.
Henley es una de las reinas del subgénero
histórico y eso se nota en cada página. Y sólo las reinas pueden presumir de
tener un estilo propio, a saber:
- Ambientación histórica bastante cuidada (aunque yo he encontrado gazapos a porrillo)
- Entorno de intrigas políticas/palaciegas que sirven para poner a prueba la relación entre los protagonistas.
- Tensión sexual alta. No en vano la llaman “la reina del vapor”. En una sola novela de Henley hay tanto meneo como en toda la trilogía “sombría”. Lo he comprobado contando páginas. (Sí, soy muy friki)
La autora dosifica sabiamente todos estos
elementos para atrapar a la lectora con una sucesión de aventuras y giros en la
trama que sirven para hacer crecer la
relación entre la pareja protagonista. Pero es en ellos donde – a mí parecer-
se encuentra la parte más floja de la novela. Henley nos presenta desde el
principio a Falcon y Jasmine con unos rasgos muy definidos y con unas
motivaciones claras: Falcon siente una fuerte atracción física por ella desde
la primera vez que se encuentran, mientras que Jasmine ha crecido en la firme
creencia de que su constitución física no soportaría la maternidad (y por lo
tanto tampoco el matrimonio). Es a
partir de este planteamiento cuando Henley deja a ambos de la mano, con lo que
me ha costado entender por qué Falcon y Jasmine
actúan como actúan. Falcon, que parece que sólo quiere “conseguir” a
Jasmine, no tiene por qué casarse con ella: el epítome de un poderoso guerrero
calientaenaguas como él podría raptarla
o, si es bastante inteligente (y Falcon desde luego lo es), seducirla. También
me ha parecido contradictorio el comportamiento de Jasmine, que permite en
repetidas ocasiones a Falcon recrearse en los preliminares, pero se niega en
redondo a rematar la jugada. O que mientras se presta a la consumación como un
cordero va al matadero, en cuanto
descubre el placer físico, se lanza de cabeza a él, como si el creyese que el
orgasmo es un método anticonceptivo. Es casi llegado el último tercio de la
obra cuando me he vuelto a reconciliar con ambos y con su historia.
No obstante, “El halcón y la flor” tiene
innumerables encantos a lo largo de sus páginas y ello hace que esta novela
vaya a ocupar un lugar definitivo en mi biblioteca.
Valoración: Cuatro rosas.