Beatriz Lennox no se detendrá ante nada ni nadie para conseguir su objetivo: el atractivo conde de Spade.
Se rumorea a espaldas de los seguidores de las viudas ricas londinenses y en los rincones de los salones más elegantes, que el escándalo persigue deliberadamente a la salvaje lady Beatriz Lennox allí adonde va. Tres años atrás, la debutante había causado sensación tras ser encontrada en una posición inconfundiblemente comprometida. Ahora, todo el mundo la ha etiquetado de «incasable», su familia la ha catalogado como una «cualquiera», y Beatriz no tiene ningún motivo ya para ir detrás de lo que ––y de quien–– desea. Y ella quiere a Stephen Fairfax-Lacy, el atractivo conde de Spade. Pero ella no podría ser más diferente de la mujer ideal del conde.
Todavía me sigo preguntando cuál es la "persecución salvaje" que da título a la tercera entrega de esta serie.
No es ninguna a la que se dedique el protagonista, Stephen Fairfax-Lacy que gracias al talento de Eloisa James consigue tener simultáneamente a lo largo de la novela nada menos que una amante, una prometida y un objeto de deseo y no parecer a los ojos de la lectora un completo sinvergüenza. Porque si algo caracteriza al señor Fairfax-Lacy es su condición de absoluto caballero, dispuesto en cualquier momento a acudir en ayuda de cuanta dama en apuros encuentra en su camino. Y se encontrará unas cuantas cuando, cansado de la vida política, acepte una invitación para pasar unos días en el campo. Buscando una aventura galante, se prestará primero a ser el supuesto amante de Helene, con el fin de celar al marido de ésta. Después no tendrá problema en fingir ser el prometido de Esme, que espera de esa manera alejar para siempre de su vida a Bonnington. Y mientras, se sentirá cada vez más y más atraido por Beatriz Lennox, una joven de pasado escandaloso que utiliza todas sus artimañas de seductora para flirtear descaradamente con él, pero que se resiste a ser amada, convencida de que una mujer con sus antecedentes no puede aspirar a la respetabilidad del matrimonio.
Tampoco es salvaje la persecución a la que Beatriz somete al pobre Stephen, al que tanto tira y afloja sensual le deja en más de una ocasión al borde de una severa frustración sexual. Y es que a lo largo de la lectura me ha resultado en ocasiones difícil simpatizar con Beatriz, un personaje poco común entre las protagonistas de novela romántica, que pueden ser en apariencia duras o frías, pero que pronto suelen mostrar que tales actitudes son una fachada y que su interior es tierno y blandito. Beatriz es una persona con un interior herido por el rechazo social y, sobre todo, el desprecio de su propia familia por unos actos irresponsables y alocados que cometió cuando era muy joven. Pero en su exterior es una persona cínica, experta en las artimañas de la seducción (ese relleno en el busto es impagable) y perfectamente capaz de convertir al pobre Fairfax-Lacy en el blanco de sus pullas hasta bien avanzada la historia. Nada, pues, de una tierna palomita. En ocasiones me ha parecido que la autora tiene que hacer malabares para que no le cojas manía a quien es tan fastidiosa con el adorable, apasionado y encantador Stephen.
Beatriz se retrae ante cada avance de Faifax-Lacy, negándose a ver la atracción creciente que siente por él y cuando por fin sucumba a ella y la acepte, se negará a sí misma la posibilidad de ser feliz con el hombre que ama porque alberga la firme creencia de que no es digna de ser su esposa. Será Stephen quien ponga toda la carne en el asador para que la historia tenga buen fin, lo que parece ser un rasgo característico de esta serie, en la que la mayoría de los personajes masculinos hacen gala de una constancia y una paciencia dignas de un santo.
Es también en esta tercera entrega en la que culmina la historia de amor de Bonnington y Esme, que ha sido el hilo conductor hasta el momento.
Lo que sí me ha quedado claro con Fairfax-Lacy y Bonnington es que Eloísa James es una gran creadora de personajes masculinos.
Valoración: Tres rosas.
Se rumorea a espaldas de los seguidores de las viudas ricas londinenses y en los rincones de los salones más elegantes, que el escándalo persigue deliberadamente a la salvaje lady Beatriz Lennox allí adonde va. Tres años atrás, la debutante había causado sensación tras ser encontrada en una posición inconfundiblemente comprometida. Ahora, todo el mundo la ha etiquetado de «incasable», su familia la ha catalogado como una «cualquiera», y Beatriz no tiene ningún motivo ya para ir detrás de lo que ––y de quien–– desea. Y ella quiere a Stephen Fairfax-Lacy, el atractivo conde de Spade. Pero ella no podría ser más diferente de la mujer ideal del conde.
Todavía me sigo preguntando cuál es la "persecución salvaje" que da título a la tercera entrega de esta serie.
No es ninguna a la que se dedique el protagonista, Stephen Fairfax-Lacy que gracias al talento de Eloisa James consigue tener simultáneamente a lo largo de la novela nada menos que una amante, una prometida y un objeto de deseo y no parecer a los ojos de la lectora un completo sinvergüenza. Porque si algo caracteriza al señor Fairfax-Lacy es su condición de absoluto caballero, dispuesto en cualquier momento a acudir en ayuda de cuanta dama en apuros encuentra en su camino. Y se encontrará unas cuantas cuando, cansado de la vida política, acepte una invitación para pasar unos días en el campo. Buscando una aventura galante, se prestará primero a ser el supuesto amante de Helene, con el fin de celar al marido de ésta. Después no tendrá problema en fingir ser el prometido de Esme, que espera de esa manera alejar para siempre de su vida a Bonnington. Y mientras, se sentirá cada vez más y más atraido por Beatriz Lennox, una joven de pasado escandaloso que utiliza todas sus artimañas de seductora para flirtear descaradamente con él, pero que se resiste a ser amada, convencida de que una mujer con sus antecedentes no puede aspirar a la respetabilidad del matrimonio.
Tampoco es salvaje la persecución a la que Beatriz somete al pobre Stephen, al que tanto tira y afloja sensual le deja en más de una ocasión al borde de una severa frustración sexual. Y es que a lo largo de la lectura me ha resultado en ocasiones difícil simpatizar con Beatriz, un personaje poco común entre las protagonistas de novela romántica, que pueden ser en apariencia duras o frías, pero que pronto suelen mostrar que tales actitudes son una fachada y que su interior es tierno y blandito. Beatriz es una persona con un interior herido por el rechazo social y, sobre todo, el desprecio de su propia familia por unos actos irresponsables y alocados que cometió cuando era muy joven. Pero en su exterior es una persona cínica, experta en las artimañas de la seducción (ese relleno en el busto es impagable) y perfectamente capaz de convertir al pobre Fairfax-Lacy en el blanco de sus pullas hasta bien avanzada la historia. Nada, pues, de una tierna palomita. En ocasiones me ha parecido que la autora tiene que hacer malabares para que no le cojas manía a quien es tan fastidiosa con el adorable, apasionado y encantador Stephen.
Beatriz se retrae ante cada avance de Faifax-Lacy, negándose a ver la atracción creciente que siente por él y cuando por fin sucumba a ella y la acepte, se negará a sí misma la posibilidad de ser feliz con el hombre que ama porque alberga la firme creencia de que no es digna de ser su esposa. Será Stephen quien ponga toda la carne en el asador para que la historia tenga buen fin, lo que parece ser un rasgo característico de esta serie, en la que la mayoría de los personajes masculinos hacen gala de una constancia y una paciencia dignas de un santo.
Es también en esta tercera entrega en la que culmina la historia de amor de Bonnington y Esme, que ha sido el hilo conductor hasta el momento.
Lo que sí me ha quedado claro con Fairfax-Lacy y Bonnington es que Eloísa James es una gran creadora de personajes masculinos.
Valoración: Tres rosas.
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